martes, 15 de noviembre de 2011

Ladrón que roba a ladrón

Creo que deben haber sido muchas las dificultades que los realizadores de este excelente documental tuvieron que haber sorteado para convencer a todos los entrevistados de participar en el proyecto, porque cubrieron todas las aristas del problema, hicieron hablar, además de los ladrones viejos, a algunos agentes de policía, a víctimas de robo, etc. La temática exigía que se tocaran temas muy delicados de publicar, como decir: “le robé todo a López Portillo” podría considerarse la confesión de un delito que podría aumentar una sentencia. Uno de los comentarios que más me impresionó fue la del ex agente aceptando que usaba una escuadra .45 para compensar que era chaparrito.
Las entrevistas muestran un patrón de vida muy similar en los casos de los cinco ladrones: infancias con privaciones económicas, familias desintegradas, gusto por la ropa cara, los espectáculos, el glamur  y sobre todo una carencia total de conciencia de estar perjudicando a los demás. Me imagino que Everardo González y Javier Ramírez deben haber hecho una gran y paciente labor de acercamiento con el “Carrizos” (que aunque no es el jefe de los ladrones viejos todos parecen tenerle respeto y admiración) para obtener la cooperación de los otros.
Pienso que en el caso de este documental los realizadores seguramente necesitaron más de un portero;  lograr  la entrada al Reclusorio Sur no garantiza la colaboración de los presos a ese nivel de profundidad, ni la de los policías, que aunque no se abrieron mucho por lo menos aceptaron dar la cara, en un tiempo como el actual (el documental es del 2007) en el que ellos mismos reconocen que al agente ya no se le respeta ni inspira miedo.
¿Qué puedes ofrecerle a cinco duros ladrones a cambio de desnudar el alma? ¿Dinero? ¿Revivir su fama de ladrones legendarios noticiados por Lolita Ayala? ¿La oportunidad de exponer que su estilo de “trabajar” se hacía bajo un código de honor y de manera “limpia”? ¿Presumir que robaste a dos presidentes de la República?
Y a los ex agentes de la policía secreta, la corporación policiaca más corrupta y sanguinaria que ha tenido México, ¿Cómo los convences de aparecer en público? ¿Quizá si te doy oportunidad de decir que no conociste “el pozo”,  alguien creerá que jamás torturaste a nadie? ¿O justificarte diciendo que como los golpes, los arrestos sin orden de aprensión y la tortura estaban permitidos, tú resultas ser una blanca paloma?
Definitivamente pienso que hicieron una excelente labor González y Ramírez, para haber obtenido el tiempo suficiente dentro del penal y poder trabajar pacientemente a cada uno de sus entrevistados y arrancarles la confesión de lo que verdaderamente les duele: su familia, no saber si aun están con vida, o saber que están afuera pero que ya no quieren ir a visitarlos. O rememorar la infancia y encontrarte a un padre alcohólico o a una madre que te dio más padrastros que clientes tiene una sexoservidora.  
Hay que cavar mucho para que un convicto que no muestra ningún arrepentimiento por sus crímenes te abra su corazón y acepte que falló, no a la sociedad, a la ley o a Dios (eso no parece tener importancia), falló en su mayor propósito: ser un buen padre; abandonó a Esperanza y a sus hijos por andar enamorando a otra mujer, y “eso no se hace”, lo sabe bien “El Carrizos” porque es lo que le hizo su padre a él.

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