Del olvido, al no me acuerdo
En su documental, Juan Carlos Rulfo parece hacer una búsqueda muy surrealista del Juan padre, del Juan galán, del Juan inolvidable, del mentiroso, del bailador y del fanfarrón. Parece más un sueño narrado a un siquiatra, en el que el paciente busca a su padre, no en sus propios recuerdos, sino en los ajenos, y no porque él lo haya olvidado, sino porque espera que entre la confusión de la memoria frágil, y la neblina del tiempo, en la línea entre el olvido y el no me acuerdo, de algún modo se confundan padre e hijo (de algo servirá por fin llamarse también Juan Rulfo).
Juan Carlos se pregunta ¿si no me acuerdo de que te quise, como es posible que te siga amando? Y se responde poniendo en boca de sus personajes la pregunta “¿te acuerdas. . .? y no espera a que el interpelado responda, porque lo verdaderamente importante no es la respuesta, sino el hecho de que a alguien aún le queden girones de memoria como para intentar recordar.
Los personajes se esfuerzan por traer al presente la letra de una canción, una dirección, el pudor de las mujeres que no “enseñaban las patas”; o por lo menos fingen que casi se acuerdan, solo un anciano tiene el valor de decir: “no, no me acuerdo”, cuando le preguntan si recuerda sus hazañas sexuales.
La memoria es flaca, y no sobrevive a la vida biológica de un hombre, si todos se hacen viejos y me olvidan, me disuelvo en el polvo; si se mueren todos los que saben en donde estaba aquella nevería en donde Juan me invitó un helado es como si el “nosotros” nunca hubiera ocurrido. Por eso rescato las hebras que persisten del tejido de lo que fue, y lo hago documento, y lo guardo, por si algún día alguien quiere revivir esta historia, que no me acuerdo muy bien, pero creo que es mía.
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