jueves, 15 de septiembre de 2011

La canción del pulque

La canción del pulque

          El documental de Everardo González nos muestra lo que significa el pulque en la vida de un sector de la sociedad mexicana, cuyos integrantes se pueden clasificar como de clase socio-económica baja: albañiles, músicos ambulantes, boleros, vendedores, ex carniceros, emigrantes frustrados, ex linotipistas,  prostitutas, etc.; todos confluyen en La Pirata, una de las pocas pulquerías que aún quedan en  del Distrito Federal, a buscar un rato de diversión, de esparcimiento, de convivencia con los amigos y de esa embriaguez anestésica que se adivina en la mirada abotagada e indolora  de los que logran minimizar el hecho de estar aún vivos.

          El establecimiento por dentro es todo azul (el color de los niños que tienen la esperanza de llegar a ser hombres algún día) azulejo abajo y pintura de aceite arriba; enormes barriles de madera anuncian los sabores que se le agregan al tlachicotón para “curarlo”: avena, fresa, piña, limón, nuez, apio, tomate, guayaba, cacahuate, ciruela, mango, chabacano, melón, almendras, cajeta y mamey. Y a la voz de “¡Pulque bendito, dulce tormento, que haces afuera, vamos pa’dentro!”, los parroquianos beben vasos enormes de pulque casi de un solo trago.

          La música en “vivo”, es un elemento de presencia casi constante, grupos “norteños”, huapangueros y solistas, como el Cantarrecio, igual le mientan la madre al “respetable” que lo hacen evocar a la ingrata se fue, y le recuerdan que aunque no tenga trono ni reina sigue siendo el rey.

          Mientras el cantinero (pulquería-tender, o como se le diga) presume ante la cámara sus habilidades en el manejo de la bebida y hace con ella malabares sin derramar una sola gota (especialmente porque el pulque no se fracciona en gotas, sino en largas hebras de baba) el Cantarrecio trata de explicar que antes de que la cerveza la desplazara, el pulque era la bebida preferente de la nación.

          El tlachiquero, desde un magueyal responde a las preguntas de cómo se hace el pulque y nos explica que estas plantas (que están en peligro de extinción, igual que las pulcatas), tardan en madurar unos 5 o 6 años, pero “si se saben cuidar” se puede  hacerlas producir en la mitad del tiempo. La extracción del aguamiel se hace aún con la antigua técnica de succionar con la boca ayudada de un guaje, el corazón beodo del maguey, jugo que después se fermenta a base de rezos cantados “pa’que quede bueno”. El Cantarrecio, con un “¡No, que pasó!”, desmiente el uso de “la muñeca”, que es un pedazo de tela con excremento humano fuertemente atado y que dicen los detractores del “nectar de los dioses” que se le añade a las tinajas para acelerar la fermentación.

          La parroquia está formada por cachuchas sucias y limpias, nuevas y viejas, sombreros de campo y de ciudad, tatuajes y cicatrices, dientes llenos de sarro o ausentes, ojos abotagados y pieles surcadas con arrugas tan profundas que parecen venir del alma. Ellos se quejan de ellas diciendo que son sabrosas pero ingratas; ellas se quejan del trato prepotente y de los madrazos de ellos. Él se la llevó para que le alivianara el cantón; ella se fue con él porque pensó que este sería diferente a los anteriores. Y el pulquería-tender presume que tiene dos años vendiendo carnitas y que no se le ha muerto “ni’uno”.

          Y queda en el aire la pregunta: “¿Y si se acaba La Pirata, adonde vamos a llegar?”.

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