miércoles, 19 de octubre de 2011

“Los Que Se Quedan”


       El documental “Los que se quedan” de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman es un vistazo parcial al drama que viven las familias separadas por la frontera de Estados Unidos; en él los directores nos muestran la cotidianeidad de varios personajes a los que la tierra no les ha dado los ingresos suficientes para vivir y ofrecerles un futuro menos rudo a sus hijos.
       Me pareció que la selección de las familias estuvo bien, aunque se quedó corta, porque dejaron por fuera varios estados de la república que son altos expulsadores de campesinos (como San Luis Potosí), tampoco trataron el drama de las familias en que es la madre la que tiene que irse a trabajar a Estados Unidos y en las que los hijos generalmente quedan a cargo de la abuela o una tía, ni trataron el miedo constante que viven los familiares de los migrantes de que su familiar sea deportado por la migra o asesinado por los rancheros gringos. Tampoco presentan a una familia urbana.
       Campos y pueblos vacíos, nostalgia y soledad, padres, madres, hijos y esposas que esperan y tiemblan, y todo por una casa o la posibilidad de darles una carrera a los hijos, que tristemente los van a enfrentar a la realidad de que la tierra no da lo suficiente para vivir, como tampoco se los va a dar la oficina, el taller o la fábrica, y eso si logran colocarse. La selección de las familias se hizo por los estados de origen, el nivel económico, la relación familiar con el migrante (padres, esposa, hijos) y seleccionaron casos de migrantes que van y vienen con regularidad, uno que hizo dinero en los Estados Unidos y regresó a comprar tierras y hacer un buen rancho. Hay profesionistas (el veterinario), charros, fabricantes de quesos y familias que viven en el pueblo y se sostienen únicamente de lo que manda el mojado. 
      Me pareció un trabajo muy bueno aunque muy light, no profundiza en los problemas más agudos relacionados a la migración como las enfermedades de transmisión sexual, la ruptura definitiva de lazos familiares, el narcotráfico, los abusos de los polleros y por supuesto las miles de muertes naturales o provocadas de estos mexicanos que cruzan la frontera buscando un ingreso imposible de obtener en su país.

martes, 18 de octubre de 2011

comenterios a visita a Pueblo Yaqui

errores: Irrumpir en un billar en Pueblo Yaqui y no obtener más información sobre la formación de los pueblos
aciertos: No grabar directamente a los entrevistados y posteriormente grabar un resumen. Abordar a personas de diferente edades y ocupaciones para tener un panorama más amplio

lunes, 10 de octubre de 2011

Reporte de la visita a San Ignacio Rio Muerto, Pueblo Yaqui y Ejido Morelos 2


               Antes de llegar a San Ignacio Rio Muerto pasamos por un lugar llamado Singapur que es un asentamiento de la “tribu” yaqui (según nos informó un vecino), hay mucha diferencia entre este campo y los demás que vimos: está muy descuidado, la orilla de la carretera está enmontada y llena de basura, las casas se ven muy pequeñas y muy deterioradas, la mayoría en ruinas, y la tierra se ve muy seca, no parece haber sido trabajada recientemente; del canal que corre a un lado de la carretera no se puede apreciar si lleva agua porque hay mucha maleza; de no ser por el  estado de las carreteras (dos carriles muy bien pavimentados, sin baches, ni bordos formados por el tráfico pesado) hasta  parecería que estamos en las tierras comunales de la Huasteca Potosina .
                San Ignacio Rio Muerto  se formó a partir del reparto agrario que hizo el presidente Luis Echevarría Álvarez en los años 70’s; es municipio desde el 26 de diciembre de 1996. Solo  están pavimentadas dos calles pero con concreto (que es más durable), una pipa continuamente riega las demás para mantener la polvareda a raya. Es una ciudad que cuenta con los servicios básicos de alumbrado, Cruz Roja, Estación de Bomberos, agua potable y drenaje, hay escuelas primarias, secundarias, jardines de niños y un Cobach. La ciudad termina en el canalón de riego.
               Las casas son de hechuras muy diversas, las hay desde enormes y ostentosas mansiones, hasta modestas casitas de tres cuartos, pero no se ve pobreza, hay todo tipo de comercios, una clínica del IMSS, un museo de los “mártires” y un auditorio llamado “Juan de Dios Terán” con capacidad para unas 250 personas aproximadamente; casi enfrente de éste hay una pequeña plaza con un kiosco de concreto con techo de bóveda, al fondo hay un par de esculturas de delfines que acompañan a la de una dama a cuyos pies hay una gran mazorca de piedra. En esa placita observamos a un grupo de señoras que sentadas en los escalones platicaban al parecer de forma muy amena.
               Un vecino, de nombre Andrés Palafox, que es ejidatario, nos platicó que el mayor problema que enfrentan ahorita el Valle es el temor de que Hermosillo se lleve toda el agua, además de la falta de créditos “los bancos solo les prestan a los que tienen”,  a nuestra pregunta de si los ejidatarios se unen para solicitar créditos grupales contestó que la mayoría prefiere rentar o vender porque ya no es negocio sembrar la tierra; él personalmente gana unos 70 mil pesos anuales rentando su parcela de 10 has. Le preguntamos qué hace la gente que no tiene tierra para ganarse la vida, y nos contesta que “hay mucho trabajo en la pisca de nuez o en el empaque de elote, no trabaja el que no quiere. Yo tengo una lancha y equipo de pesca, de eso vivo.” La doctora María Almanza Sanchez nos comparte la opinión de uno de sus entrevistados:
“La política sucia salinista acabó con los ejidos. Nos preguntó si queríamos el crédito parcelado o colectivo; acabó con el colectivismo porque todos los ejidatarios pidieron individualizado el crédito […] la política buscó individualizar los ejidos, ahora exige organización para los apoyos”.[1]
          Un par de muchachos del Cobach amablemente nos informaron que la denominación de Río Muerto se debe a que San Ignacio está construido sobre el lecho seco del río que se desvió, “nuestros abuelos se bañaban aquí”, también nos compartieron que para ellos los “mártires” “son héroes; dieron su vida para que nosotros tuviéramos tierra”, irónicamente a la madre de uno de ellos le tocó una parcela y la tiene rentada; no supieron que presidente hizo el reparto. No todos las personas que abordamos quisieron darnos alguna respuesta, algunos esquivaban las preguntas, uno incluso preguntó si hacíamos un censo o qué?  Cuando ya nos retirábamos de San Ignacio nos dimos cuenta de que las señoras reunidas en la plazoleta se habían quedado ahí toda la mañana esperando a que salieran sus hijos del kínder que está enfrente. En el campo se puede uno dar esos lujos.
               Confirmamos la información que recibimos de que las señoras del Valle del Yaqui no usan sombrillas para protegerse del sol, se cubren con una toalla que sostienen un poco alejada del la cabeza sosteniéndola con los brazos un poco en alto, lo que nos llamó mucho la atención es que dicha toalla forma parte del atuendo femenino de una manera digamos moderna, pues la usan de un color que combine con la ropa que llevan puesta. Toda la gente parece conocerse por lo que los visitantes fuimos rápidamente detectados.
               Visitamos el lugar de la matanza de los mártires, el lugar en donde se instaló el campamento de la invasión; ahí se  encuentra un monumento a los caídos, con una enorme cruz al centro y siete cruces (como de un metro de alto con el nombre de cada uno de los muertos) el conjunto forma algo que es mitad altar, mitad cementerio vació, protegido por un techo largo y alto, un cobertizo de unos treinta por diez metros, dentro del cual y alrededor, había rollos de manguera de riego y algunos aperos de labranza. Hay una pequeña casa al lado que parecía estar vacía, salvo por tres perros que salieron a ladrarnos y decepcionados porque no lograron alejarnos se fueron a echar a la sombra.  Una placa con los nombres de los mártires y la fecha “23 de octubre de 1975, Guaymas, Sonora”,  complementa el lugar; no dice quien la otorga ni cuando, pero obviamente es de antes de que San Ignacio Rio Muerto fuera municipio.
                En Pueblo Yaqui entrevistamos a un campesino de nombre Francisco, que no es ejidatario, es jornalero (él pidió dotación pero no le tocó) aunque ya está viejo trabaja en la pisca que “es trabajo pesado, a penas para los jóvenes”; a nuestra pregunta de cuál cree que es el principal problema del campo en Pueblo Yaqui contestó “la poca tierra, imagínese, si a los que tienen dotación del reparto viejo que les dieron como 20 hectáreas no les alcanza, a los de la dotación nueva les dieron 5 o 3, pues menos alcanza, por eso mejor han vendido o rentan”, los que “tienen con qué, tienen rentadas hasta mil hectáreas, hay ejidos completos rentados”.
               Cinthia Hewitt dice que los ejidos comerciales fueron saboteados: personal desalentado les demoraban los créditos, les entregaban insumos de mala calidad y la asistencia técnica que debieron haber recibido prácticamente estaba abandonada.
               Preguntamos a Francisco si él se ha ido a trabajar a Estados Unidos y contestó que nunca, que algunos si han ido, pero ahora se están regresando, o “los están echando  pa’acá, pero aquí si hay trabajo, no todo el año, pero si hay”. Un comentario muy interesante de Francisco fue que “antes del reparto había mucho más trabajo” para los jornaleros, yo pienso que se debe a que el campo no estaba tan tecnificado, pero su percepción es que el reparto de parcelas tan pequeñas es la razón de que ahora haya menos trabajo para ellos.
               Una señora (55 o 60 años), del servicio de limpia, nos comentó que a ella le tocaron en el reparto de los 70’s 3 hectáreas en Echojoa, que tuvo abandonadas mucho tiempo porque no le producían casi nada (solo las sembró dos años), prefirió vender las 3 has. en 25 mil pesos. Buscamos algún colono para entrevistarlo, pero no lo conseguimos, nos dijeron de un “doctor”, pero cuando llegamos a preguntar por él a un billar del que es dueño, nos dijeron mentiras “hace como tres meses que no viene para acá” y cosas así; me dio la impresión de que el “doctor” tiene algunas deudas y sus empleados creyeron protegerlo negándonoslo.
               El ejido Morelos 2 parecía estar totalmente vacío, no se veía gente ni en las calles ni en  las casas que tienen cada una un  pedazo grande de tierra, aproximadamente de unos 20 por 40 metros o más, la mayoría tienen árboles frutales, hortalizas o plantas de ornato; hay una calle principal amplia y pequeños callejones que desembocan en ella, las casas y las personas aparentan más rusticidad que en los otros lugares visitados, no hay grandes comercios, ni plazas, pero la tierra labrantía se ve de buena de calidad; un vecino nos platicó que las de ahí son dotaciones “viejas”, es decir, de los repartos de Cárdenas, que a él le tocaron 65 hectáreas, pero 15 estaban ensalitradas desde el reparto “no es verdad que repartieron las mejores tierras, mucha no sirve”; de sus restantes hectáreas la mitad las renta y las otras las trabaja “a veces” –dijo riéndose-.
               Un vecino que tuvo tierras y las vendió nos confió que ahora trabaja como tractorista y gana bien, “no lo que yo quisiera, pero ahí va saliendo”.  Un comerciante (tiene un pequeño changarrito) nos platicó que las parcelas que repartió Cárdenas eran grandes de 40 o 50 hectáreas y las que dio Echeverría fueron muy chicas de 3 o 5 hectáreas y que ni unas ni otras resultan rentables, a nuestra pregunta de cuantas hectáreas creía él que serían suficientes para que un campesino pueda mantener a su familia sin tener que trabajar en otra cosa nos contestó que por lo menos 100 o 120 has. Esta persona opina que las ventas de terrenos del ejido es ilegal y que en el “Morelos 2 todo mundo tiene rentado”.
               En general la visita al Valle del Yaqui y las breves entrevistas a algunos de sus habitantes confirmó la información que leímos en las lecturas Cinthia Hewitt, de Gustavo Gordillo y de María Almanza, respecto a que las tierras se han concentrado en las manos de unos cuantos a través de la compra, pero sobre todo a través de la renta de las parcelas que a los ejidatarios les resultan incosteables trabajar de manera individual o colectiva por la falta de créditos. A mí, en lo personal,  me pareció que por falta de interés o de iniciativa personal.
               La primera vez que yo visité Pueblo Yaqui quede muy sorprendida de la prosperidad que se veía en el Valle, los únicos ejidos que yo conocía eran los de San Luis Potosí en los que lo común es ver a niños descalzos, incluso desnudos, con marcados rasgos de desnutrición, chozas de palma y una que otra pick up de unos 20 o 30 años de uso. En Pueblo Yaqui las casas son de block, con porche, agua potable y drenaje y la mayoría trae una camioneta, si no del año por lo menos en buen estado, los niños van a la escuela, no solo a la básica, sino que algunos hacen carreras universitarias y posgrados.
                  Mi primera visita fue hace 18 años y Pueblo Yaqui no deja de sorprenderme, se ha transformado en una pequeña ciudad con servicios y comercios bien establecidos y ha crecido tanto,  que da trabajo reconocerla. Los ejidatarios del Valle se quejan de que tienen que rentar sus tierras, pero quizá lo que les pasa es que se comparan con los agros empresarios que tienen ingresos millonarios en lugar de hacerlo con los ejidatarios de otros estados de la república, que también rentan pero no pueden vivir de ese ingreso.
               En la zona detecté varias  problemáticas que no parecen estar estudiadas, sobre todo las referentes a las nuevas generaciones: ¿les interesa a los hijos de los ejidatarios trabajar la tierra? ¿Alguien tiene algún plan alternativo a la venta, o renta de la tierra? ¿Sí a los y las jóvenes valleyaquinas no les interesan las labores agrícolas, que otras opciones de trabajo tienen o podrían tener a corto, mediano y largo plazo?  ¿Realmente no hay trabajo en el campo, o es un trabajo que las nuevas generaciones no están dispuestos a hacer? ¿Tendrán las ciudades sonorenses capacidad para dotar de trabajo a todos estos hijos de campesinos que no quieren ser labriegos? ¿La emigración a los Estados Unidos es una opción laboral? ¿En lugar de un Cobach, no habría sido más práctico instalar una buena escuela de inglés?
                  La palabra latifundio únicamente significa “finca rústica de gran extensión” (R.A.E.) pero en México el discurso “revolucionario” machacado por el PRI durante 70 años nos lo hizo parecer como un crimen, y al latifundista lo pintaron como un criminal al que había que despojar, pero la realidad es que tanto antes como después de la “revolución” los que le han proporcionado un ingreso a los campesinos han sido los “agro titanes” y viceversa, tanto los del “antiguo régimen” como los modernos tecnificados. Para mí el término latifundista no es peyorativo y lo uso únicamente para describir a una persona que tiene en propiedad o por arrendamiento una extensión grande de tierra.
               La problemática actual yo creo que es más de tipo laboral que rural, si no hay trabajo en el campo el reto debe ser crear fuentes de trabajo alternativas y no tener un retroceso como el que sugiere Cinthia H. cuando dice que si no hubiera tecnificación (según ella fue solo cuestión de vanidad y deseo de status) en el campo este ocuparía más manos, la señora no parece pensar que la consecuencia inmediata de eso sería que los alimentos tendrían precios más altos, que de por sí ya están impagables.
               Un resumen de la historia del Valle podría ser la siguiente: Los latifundistas tienen mucha tierra, la “revolución” se las quita, la fracciona en pedazos de a 50. Los latifundistas amplían la zona de riego, vuelven a implementar extensiones grandes de labranza que tienen que disfrazar con fraccionamiento simulado porque la ley solo les permite poseer 100 has. (cuando los mismos campesinos opinan que se necesitarían unas 120 solo para mantener a la familia). La “revolución” despoja nuevamente a los latifundistas, pero ahora las parcelas son de a 5;  para beneficiar a más terminan perjudicando a todos. Los latifundistas se vuelven a rehacer recurriendo a la compra o a la renta.
               Es una historia de cinismo de todos los actores: los latifundistas se amañan para acaparar y enriquecerse, y  los campesinos para disfrutar de los frutos de la tierra sin trabajar, antes buscaban las parcelas bien trabajadas, con riego y de preferencia con la siembra ya lista para ser cosechada y las invadían, ahora simplemente la rentan mientras “pistean” tranquilamente desde las 10 de la mañana. A ambos se les olvida que la tierra es un bien de la nación y su principal función debería ser procurar la autosuficiencia alimentaria a precios que los salarios mínimos globalizados puedan pagar.          


[1]   María Almanza Sanchez. Las organizaciones del sector social del Valle del Yaqui. Retrocesos de política agraria. (Frontera Norte, julio-diciembre, año7vol. 20, número 040. El Colegio de la Frontera Norte. Tijuana México. 2008) pp 142

martes, 4 de octubre de 2011

Centros comerciales

REPORTE  1 “El Centro”
               El día jueves 29 de septiembre de 2011 hicimos una visita relámpago a la zona comercial de la ciudad de Hermosillo conocida como “el Centro” que es donde se encuentra el comercio tradicional, incluido el mercado municipal No. 1 y se localiza en la Colonia Centro. Nuestra observación se enfocó en el edificio El Parían y sus alrededores. Este edificio tiene tres pisos de locales comerciales y cuenta con un estacionamiento de paga,  también de tres niveles, dentro del cual dejamos estacionado el vehículo en el que llegamos. El primer piso de estacionamiento está reservado para los clientes que contratan su espacio por mes o año.
               Los locales comerciales de los niveles superiores están desocupados, pero los de del zotano, que dan a una plazoleta rectangular,  todos están ocupados, igual que los exteriores que dan a las calles Morelia, Vicente Guerrero, Monterrey y Matamoros. En estas tiendas y las que se encuentran en las aceras de enfrente, en las calles ya mencionadas, hay tiendas de ropa, zapaterías, venta de instrumentos musicales, ópticas, farmacias, venta de sombreros y de accesorios, una nevería La Michoacana,  joyerías y casa de empeño, etc. Además de los puestos metálicos, algunos fijos (con venta de relojes, lentes de sol, calculadoras, etc) y otros semi fijos que venden dulces, hot dogs, tacos carne asada o raspados con chamoy.
               El tipo de personas que se ven comprando y curioseando parecen ser de estrato socioeconómico bajo o medio bajo. La mayoría son adultos con niños pequeños o estudiantes (identificables por los uniformes escolares); algunos traen algún recipiente desechable con alguna bebida o helado y no se detienen mucho tiempo a ver la mercancía. Las personas que atienden a los clientes son empleados o los propietarios y se visten con mucha sencillez. Una pareja que acomodaba su mercancía para cerrar (ya casi eran las 7 de la noche) nos comentó que nunca los han robado y que cuentan con vigilancia nocturna.
               Un joven de unos 20, 23 años nos ofreció quesos de Rayón y a nuestras preguntas que contestó muy amigablemente, nos informó que es de una ranchería cercana a Rayón, que estudia Ciencias Geológicas en el Cesues y que por las tardes vende quesos para sostenerse. Un señor de unos 65 años que atiende un puesto móvil de dulces y aguas frescas, nos platicó que él ya está jubilado por la edad y que trabaja ahí porque le dan solo 1 200 pesos mensuales de pensión; algo muy curioso es el hecho de que él es empleado en ese puesto que está en un lugar muy concurrido ( la esquina que forman las calles Monterrey y Matamoros) y es propietario de otro puesto igual, pero que “está por allá” dijo señalando con la cabeza hacia las calles atrás de la Guerrero (en las que casi no hay tráfico de peatones).

REPORTE  2  “Galerias Mall Sonora”
               La experiencia de visitar el Mall Galerías es diferente, para empezar el estacionamiento es gratuito y muy amplio (la publicidad dice que caben 2,502 automóviles), la iluminación interior es exagerada, los pisos son demasiado brillantes y la decoración de los comercios muy high class. Además del centro comercial, el conjunto se complementa con un casino, unas salas de cine y una tienda Sears que son los negocios “ancla”, anunciados así en el directorio de locales que se puede consultar en unas pantallas luminosas.
                Aproximadamente un 30% de los espacios están vacíos, cubiertos con lonas enormes con publicidad muy vistosa y colorida que no logran ocultar que a un año y medio de inaugurado el centro comercial no ha logrado rentar todos sus locales. Perteneciente a la cadena Galerias Mall, la de Sonora se encuentra en la ciudad de Hermosillo aledaña a Musas entre las calles Cultura, Rosales y California, en una zona que se deforestó para construir estos edificios, a pesar de haber espacios amplisímos en esa misma área y a pesar de que el acceso no es cómodo y crea embotellamientos de tráfico.
               Las personas que visitaban el mall en el momento de nuestra observación parecen tener, por su forma de vestir,  un ingreso económico superior a los que visitan el Centro; unos pocos adultos, algunos de ellos acompañados por niños y la gran mayoría adolescentes y jóvenes (en edad escolar aunque no vimos ningún uniforme)  que no parecían estar comprando nada, solo platicaban y tomaban una bebida en alguna de las 7 cafeterías con las que cuenta el centro comercial. Los dependientes de las tiendas, restaurantes y lugares de esparcimiento casi no sonríen y se mostraron muy esquivos cuando los abordamos con alguna pregunta.
               En Galerias hay zapaterías, 5 Neverías, tiendas de ropa deportiva, para adultos y niños; ópticas, venta de teléfonos, dulces, remedios naturistas, joyerías y accesorios y por supuesto restaurantes, de comida mexicana, japonesa, china, pizzas, hamburguesas, etc. Hay bares y juegos infantiles, Enormes botes para la basura y bancas a lo largo de los pasillos para descansar entre compra y compra.
                  Un trenecito eléctrico de colores recorre lentamente los pasillos al que una niña a la que le preguntamos, nos confesó nunca haberse subido, mientras con la mirada buscaba en los ojos de su padre la posibilidad de hacerlo por primera vez; esta niña,  llamada Frida,  iba únicamente acompañando a su padre y salió del mall con un par de juegos para el wii. Además del tren, hay para delicia de los niños,  una pelotas transparentes en las que se pueden meter y que flotan en unos cuantos centímetros  de agua (las anuncias como pelotas hámster), a su lado está una estructura con ligas de bongie que parecen muy divertidas.
          REPORTE  3  Similitudes y Diferencias
               Las diferencias más notorias entre ambos centros comerciales son el mayor número de personas que visitan el Centro, el mayor poder adquisitivo que parecen tener los que visitan Galerías, la mayor variedad de comercios que hay en el centro y las mayores comodidades que hay en el mall; y  que en el Centro las neverías se llaman La Michoacana y en Galerias son Gelato store affogato.
               Las similitudes son: que mucha gente va  únicamente a pasar el rato sin intensión de comprar y de que los empleados parece que no conocen muy bien el lugar en el que trabajan, en el Parían le preguntamos a varios dependientes por el nombre de la calle en donde se encuentran (¿Disculpe, que calle es ésta?) y ninguno supo contestar, aunque todos preguntaron a otras personas para conseguirnos la información; en Galerias Mall les preguntamos si había una papelería (no la hay) y no supieron contestar.
               Quizá la diferencia más representativa entre ambos centros de comercio sea que en Galerías Mall existen baños para clientes: limpios y amplios (con esa rabiosa luminosidad que a mí me recuerda esas granjas en donde no dejan dormir a las gallinas para que no dejen de poner huevos) y un letrero hecho a mano, adherido con cinta transparente a la pared de las escaleras del Parían en la que le solicitan atentamente al público que no haga “pipí” en ese lugar.